
Al partir de casa que mi modo de decirte no te extrañe.
Sabes que te ando, sabes que no soy furtivo,
lo que me das y me conformo. Dejo el hogar
y las primeras pisadas se vierten para las piedras
que al regreso siempre dejan de sonar duras.
Ahora me voy, como lo hago todos días, imaginariamente,
hacia ese paseo donde logro rearmarme al respirar,
porque en ti respiro, vereda, y tú me conoces sobrado,
todo mi andar, toda mi repercusión en la casa que dejo
y a la que vuelvo, de ahí que no te extrañes.
Te lo digo, vereda, porque a mí acudes sin nada
y con todo, sin tiempo y con toda tu frondosidad de gallos.
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